Llevo años observando a los terrícolas
desde mi nave espacial. He estudiado y registrado cada uno de sus
comportamientos con detenimiento, esto me ha permitido extraer conclusiones que
se han ido reafirmando una y otra vez sin ningún género de dudas. Quizás
podemos decir que los humanos son unos seres sencillos de costumbres arraigadas
que se quieren mucho, les encanta abrazarse, besarse, tocarse.
Por eso, el 14 de marzo de 2020 (fecha
terrícola), quedo establecido en mi cuaderno de bitácora como el principio del
fin. Un terrible virus dejaba los bares, los colegios, los cines... cerrados. Las
calles vacías hacían presagiar la extinción de la humanidad.
Pero mi sorpresa ha sido tan grande como
mi alegría al ver que no solo no se han extinguido, sino que se han
reinventado. Cada día son más fuertes, más conscientes, más solidarios.
En estos momentos he decidido centrar mi
investigación en un pequeño grupo de terrícolas que todas las mañanas acuden a un
edificio que llaman colegio. Estoy realmente fascinado con ellos/as. Han pasado
del caos y el desorden a vivir pegados a un bote de gel y a una mascarilla,
midiendo distancias sin perder ni una pizca de alegría.
He podido recoger documentos gráficos que así lo demuestran. En ellos se pueden ver a estos pequeños seres maravillosos, que llaman niños y niñas, en sus rutinas diarias.
Esperan siempre respetando su distancia.
Se sientan separados pero disfrutan de cada momento. Incluso se les ha podido ver sonreír sin mascarilla mientras degustan deliciosos alimentos terrícolas.
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